Y después de tanto esfuerzo, tantas horas invertidas, llegué a mi objetivo. Sabía perfectamente que podía conseguirlo. Lo sabía. Tan solo faltaba un último paso, el que lo decidiría todo. Ese paso que distingue a un héroe del resto de los mortales.
¿Mi único error? Apagar la consola sin haber guardado la partida. Game Over.
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