Cuántas veces has deseado olvidar algo. Cuántas veces has querido que tus recuerdos se esfumasen. Cuántas veces has pensado que sería mejor borrar ciertas historias de tu cabeza por el simple hecho de que no te gustan o te hacen sentir mal. No soy adivino, pero seguro que se la respuesta, porque a todos nos a pasado alguna vez en la vida.
Y yo me pregunto, ¿por qué? Cuál es la necesidad de quedarse solo con las experiencias buenas de la vida, los buenos momentos, las alegrías. Es verdad que todo sería más fácil sin preocupaciones (soy el primero que tiene mil cosas en mente que no le dejan apenas respirar), pero entonces qué gracia tendría todo.
Por suerte tenemos un cerebro que es sabio, y que de vez en cuando le da por hacer una limpieza del disco duro. Olvidar es algo normal: olvidar una cita, olvidar una anécdota, olvidar un recuerdo de la infancia. Llega a ser algo adaptativo, vacías lo viejo para llenarlo de cosas nuevas. Es más, solo olvida lo innecesario. Hasta que se agotan las pilas...
Alzheimer. Ese pequeño gran demonio del cerebro. Un virus que lentamente va formateando todo hasta que ya no deja nada. Desconozco si lo habéis vivido en carne propia (no por vosotros sino por seres cercanos, pues es un hecho que esta enfermedad ataca a nuestros ancianos), aunque poco importa. Sé de primera mano lo que uno siente cuando se enfrenta al Alzheimer. Impotencia, desesperación, estrés, preocupación continua. Tan solo parte de una lista muy extensa de lo que se llega a experimentar.
Hoy, 21 de Septiembre, es el Día Mundial del Alzheimer. No te olvides de los que no recuerdan.
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